miércoles, 2 de julio de 2008

Los pájaros aún conservan
un sentido especial
que les impele a cantar a esa hora
en que la noche se va destiñendo
sobre la incipiente sábana del día.
Como por un acuerdo tácito,
van ocupando el espacio de actividad
que acaban de dejar los ratones.
Un jirón de niebla
humedece con su abrazo
el rocoso saliente de la montaña,
mecido por el rítmico tintineo
con que el ganado al pastar
hace tañir los cencerros.
Me gusta recibir días así
en el cuenco de los sentidos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Xeniales, poeta. Paécenme más asosiegaos, hasta relaxantes, polo menos muncho más qu'otros tuyos. Préstame que sigas usando elemenos de la naturaleza pa poetizar (páxaros, montañes...) y facenos llegar el mensaxe calmu que, camiento, quies facenos llegar ;)