sábado, 26 de abril de 2008

Un silencio de miradas compartidas
se engarza en la coloreada
textura de la tarde.
Canto de pieles aproximándose
a la eléctrica percepción del tacto
entre azules aromas anocheciendo.
Sentados al borde del día,
con la sonrisa colgando de los ojos
y la brisa del ocaso perfilando la materia,
los cuerpos sienten sus latidos.
Captan la esencia escondida
entre pliegues de luz
tornándose mortecina.
Es momento de susurrar al oído
tanta dicha sobre el horizonte.
De buscar oasis en el aliento,
y escarchado rocío
sobre la detenida palabra.
Es época de lluvia fértil
anegando incrustadas reticencias,
hasta lavar las blancas alas de la luna
acostada sobre un silencio
de añiles oscurecidos.
Es la hora de conectar las miradas
y extraer desde muy adentro
un inevitable suspiro

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