Como siempre llegan hasta nosotros
esas tardes tediosas de domingo.
Esas tardes desoladas y extensas
en las que nadie rompe
esa sensación de vacío.
El teléfono ha enmudecido
y una sucesión de sombras
alargándose, nos define.
Porque en realidad es lo que somos:
Sombras.
Deformadas sombras buscando el límite
inexistente de la luz.
La que únicamente a nosotros
no nos alcanza.
Son las sombras espectrales
de nuestra propia sombra.
miércoles, 27 de febrero de 2008
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